Comprender cabalmente a un se humano está muy lejos de ser fácil, realmente es muy difícil. Cada individuo es una combinación complicada de elementos diversos e innumerables, que emanan de muy distintas fuentes. Existen en diferentes niveles, actúan y reaccionan mutuamente, has constituir una nueva y excepcional combinación.
La mayoría de las palabras y acciones que hieren comúnmente, atribuidas a la maldad y al deseo de dañar, se debe en especial a la incomprensión.
Lo que no comprendemos lo menospreciamos y condenamos. De esta actitud negativa de censura surge fácilmente el prejuicio, el antanogismo y el odio.
Esto ocurre entre individuos, naciones, razas, y en quienes, pretendiendo ser religiosos y espirituales por ser sacerdotes o instructores, tendrían que dar ejemplo de amor y fraternidad.
Un ejemplo típico de esta actitud está representado en la palabra rusa <
La falta de comprensión no sólo perjudica sino que despierta un antagonismo muy amargo y un violento resentimiento en el incomprendido. Como dice Keyserling: <
Para practicar la comprensión hay que evitar la crítica, el menosprecio, la envidia y el antanogismo. Lo mejor será colaborar amorosamente con el alma, derramando nuestro amor y entendimiento sobre los problemas y luchas de los que nos odean.
Un corazón que escuche
Un psicólogo atendía una consulta en un hospital donde la mayoría de sus pacientes eran adolescentes. Un día le derivaron un joven de 14 años que desde hacía un año no pronunciaba palabra y estaba internado en un orfanato.
Cuando era muy pequeño, su padre murió. Vivió con su madre y abuelo hasta había un año; cuando tuvo 12 años muere su abuelo, y tres meses después su madre en un accidente. Sólo llegaba al consultorio y se sentaba mirando las paredes, sin hablar.
El psicólogo comprendió que el dolor del muchacho era tan grande que le impedía expresarse, y él, por más que le dijera algo, tampoco serviría de mucho.
Optó por sentarse y observarlo en silencio, acompañando su dolor. Después de la segunda consulta, cuando el muchacho se retiraba, el doctor le puso una mano en el hombre :<
A la semana siguiente, el doctor lo esperaba con un juego de ajedrez. Así, pasaron varios meses sin hablar, pero notó que David ya no parecía nervioso.
Un día mientras el doctor miraba la cabeza del muchacho cuando él estudiaba agachado en el tablero de ajedrez, estaba pensando sobre lo poco que los hombres saben acerca del misterio del proceso de curación. De pronto David alzó la vista y lo miró y le dijo: <
Ese día empezó a hablar, hizo amigos en la escuela y comenzó una nueva vida, su vida. Posiblemente el médico le dio algo, pero también aprendió mucho de él. Aprendió que el tiempo cura; a estar presente cuando alguien lo necesita; a comunicarnos sin palabras.
A veces sólo basta un abrazo, un hombre para llorar, una caricia; un corazón que escuche.
Para promover la comprensión
Para fomentar este valor, podemos:
- Entender que somos distintos y aún así iguales. Esto quiere decir que aún con las diferencias que podemos exponer en nuestras personalidades, al final de cuenta somos seres humanos que poseemos las mismas inseguridades, alegrías y dificultades que el resto de las personas.
- Practicar la tolerancia. Cuando creas que lo que se dice está mal dicho, es erróneo o no es entendible, trata de ser tolerante. Sólo con la paciencia podemos explicarnos mejor, nos dejamos escuchar y no herimos a nadie por una simple definición.
Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación. Proverbio árabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario